Este ciclo está dedicado a aquellos géneros cinematográficos que por lo general no se ven reflejados en los ciclos de cine-debate o cine arte, como por ejemplo, el cine clásico, el cine bizarro, la ciencia ficción, el cine negro, el erótico, el de terror, el spaghetti western, el blaxploitation, el anime, el cine clase 'b' en general y otros géneros. Dentro de estos subgéneros cinematográficos pueden encontrarse verdaderas joyas cinematográficas, como así también las peores películas de la historia; pero si hay algo que todas tienen en común es su garantía de diversión. Esperamos que lo disfruten.

Los Cínecos



PROGRAMACIÓN AÑO 2014

La Novia Del Monstruo

Domingo 9 de noviembre en el Teatro Independencia
Homenaje a Bela Lugosi

Título original: "Bride Of The Monster" (1955)

Dirigido por Edward D. Wood Jr.; con Bela Lugosi, Harvey B. Dunn, Loretta King y Tony McCoy.

Un científico loco (Bela Lugosi) crea un gigantesco pulpo que provoca los más variados rumores acerca de la acechanza de un "monstruo del pantano". Pero esto sólo es una actividad extra-curricular, ya que su verdadera ocupación es la de secuestrar seres humanos para someterlos a una radiación que los convertirá en super-hombres con los cuales planea que el mundo le rinda pleitesía.

Dentro del numeroso grupo de filmes de ciencia ficción y terror de la época, esta película tiene dos atractivos especiales para cinéfilos: que ha sido dirigida por el zar del cine Z Edward D. Wood Jr., y que muestra a un Bela Lugosi aún vigoroso para recitar largos parlamentos y mostrar un verdadero tour de force de gestos y movimientos de mano (no solo su clásica torsión de nudillos húngaros de Drácula sino el enlazamiento de manos inmortal de White Zombie).



La historia no tiene nada que envidiarle a otras películas de la época de productoras grandes y, sorprendentemente, posee una lógica y continuidad aceptable (solo rota por una escena en la que el personaje de George Becwar camina por el medio del pantano: en ese momento el día se convierte en noche y a continuación vuelve a ser de día) y hasta podría decirse que tiene ritmo (salvo uno o dos bachecitos donde se nota que determinados personajes recitan diálogos de relleno).


Ed Wood no solo se ciñó a una narración cinematográfica sino que también hizo lucir a su actor principal; esto, teniendo en cuenta la restante obra del director, es un auténtico logro. Pero al mismo tiempo, la ausencia de errores garrafales y pifias hace que la película tenga menos momentos graciosos que, por ejemplo, "Plan 9 From Outer Space" (Vampiros del Espacio, 1960).

De todas maneras, el ya mítico parlamento de Lugosi sobre los "Superhombres Atómicos", uno de los mejores de su carrera y uno de los grandes momentos de la historia del Cine, justifica ampliamente su visionado.

Ver trailer:

El Gato Negro

Domingo 9 de noviembre en el Teatro Independencia
Homenaje a Bela Lugosi

Título original: "The Black Cat" (1934)

Dirigido por ; con Bela Lugosi, Boris Karloff

Primer encuentro de dos íconos cara a cara, después de haberse encumbrado en el más mítico cine de terror con sendas criaturas del más arraigado imaginario fantástico. Bela Lugosi después de Drácula (1931), y Boris Karloff tras su Frankenstein (1931), juntos en el celuloide por primera vez, y ser conscientes ellos mismos de la mitología de tal encuentro, "El gato Negro".

Un matrimonio en plena celebración de Luna de Miel (David Manners y Julie Bishop) se dirigen en tren por Centro Europa hacia Hungría, cuando por un error en la venta de billetes, se ven obligados a acoger en su cabina al enigmático Dr. Witus Werdegast (con la mirada penetrante de Bela Lugosi), que va a visitar a un viejo compañero de la guerra, Hjalmar Poelzig (un Boris Karloff más endemoniado que nunca). Cuando llegan a su destino y comparten un coche de caballos debido a una copiosa lluvia, un accidente les deja estancados en medio del camino. Por suerte, la mansión donde vive Poelzig está cerca y podrán refugiarse allí de la tormenta. Pero cuando lleguen, descubrirán que las intenciones de Werdegast distan mucho de ser una simple visita de viejos amigos.

Basada muy someramente en un relato de Edgar Allan Poe (en lo que sería la trinidad del terror de todos los tiempos, junto a Karloff y Lugosi), el guión de Peter Rauric consigue que hasta casi el final de la cinta no tengas del todo claro cuál de los dos es el más diabólico, el verdadero villano de la cinta. Con dos protagonistas así, la elección no esta nada clara, y varios giros en el guión hacen jugar con la decisión del espectador hasta que la marcha imparable del mal pone a cada uno en su sitio. Es esta una de sus bazas más conseguidas, ya que realmente no se decide quién es héroe o villano (si es que hay tal distinción) hasta prácticamente la resolución de la trama.

Es posiblemente el ejemplo más claro de que el cine de terror de la Universal de estos años es el directo heredero del expresionismo alemán de la década anterior, y lo es por varios factores a comentar. Con una escenografía digna de la Bauhaus, de ambientes fríos y geométricos, la mansión de Poelzig, el personaje interpretado por Karloff, es todo un museo de los horrores alejado de la truculencia, pero inmerso en el desasosiego más infectado por el mal y lo demoníaco.
Una arquitectura de líneas rectas, trucos de relieve falso o al menos creadores de un vértigo confuso que crea una atmósfera que casi nadie consideraría un hogar, si no es del mal en sí mismo.
El uso de la iluminación, potenciando situaciones y rostros endemoniados, es casi un actor más que cumple con su papel de regar toda la tierra base del film en pesimismo y maldad palpable. Pero a la vez, juega con las emociones creadas al alternar ese expresionismo visual con una suavidad más propia incluso del melodrama, un poco edulcorada incluso, como el principio que no hace presagiar la presencia diabólica emergente, o ciertas escenas de día, como la determinante partida de ajedrez. En otras, los matices crean una estampa de caracteres pictóricos, como el atardecer que indica al personaje de Karloff la llegada de su momento crucial.

Las sombras juegan un papel determinante, y las diversas estancias van desde la frialdad hotelera de los dormitorios de invitados (con recurrente juego de puertas para confusión de encuentros, una señal más de la teatralidad de la propuesta), a la turbación onírica de los sótanos, con las mujeres suspendidas en sarcófagos transparentes como celestiales ángeles de la muerte, o al sala principal donde se llevan a cabo los ritos satánicos del morador de la casa de los horrores. Combina todo esto con un romanticismo latente, bizarramente entendido, pero cuyo resultado se desvela fascinador y subyugante para el espectador.

No es vano, Edgar G. Ulmer, su director, venía de Alemania, de haber trabajado en el Burg Theatre con Max Reinhardt, personalidad excepcional en la renovación del teatro moderno, de cuya escuela salieron gente como Max Shreck o F. W. Murnau. Precisamente con este último trabajó en la escenografía de El Último (Der letzte mann, 1924) y Fausto (Faust, 1926), en Alemania, y Amanecer (Sunrise, 1927) y Tabú (1929) cuando se trasladaron a EE.UU.

Su estilo se hace patente durante toda la cinta, con su estilo narrativo escueto, con pocos personajes y escenarios, una concepción lumínica personal y al servicio del dramatismo de la historia, a lo que hay que añadirle un presupuesto bastante exiguo, lo que le obligaba a potenciar sus virtudes con los más variados recursos e ingenio.
Esta economía es más patente en el ritmo narrativo de la película, posiblemente su mayor handicap, al parecer a veces excesivamente teatral no por aspecto sino por concepción, con las escenas muy delimitadas y unos saltos más propios del cambio de escenario que de las innumerables posibilidades del cine en esa época. Aunque esto no provoca que la historia tenga fisuras, ya que ya sea por su sencillez o su ejecución, el hilo narrativo discurre sin problemas y con los recovecos antes comentados entre los dos maestros del mal.

El duelo narrativo está servido por las que por aquel entonces eran las dos estrellas más rutilantes del fantástico de la Universal, mil veces mitificadas por su supuesta rivalidad (inexistente en realidad).
La escena clave del film es aquella en la que los dos protagonistas juegan una partida de ajedrez que decidirá el destino de los personajes implicados, mientras estos se pasean alrededor ignorantes de su condición de peones en manos de los dos más grandes marionetistas de lo espeluznantes.
Paradójicamente rodada exenta del resto del dramatismo vigente durante casi todo el metraje en la mansión, es sin embargo decisiva, aunque nosotros como espectadores adivinemos cuál va a ser el fatal desenlace.

Juego de demonios, no sería la única colaboración de los dos reyes de los terrorífico, pero sí es un buen comienzo para un matrimonio extrañamente avenido, en la siempre entrañable y horrorosa familia del terror de la Universal.

Ver escena:

Yo, Cristina F.

Domingo 30 de noviembre en el Teatro Independencia

Título original: "Christiane F. - Wir Kinder vom Bahnhof Zoo" (1981)

Dirigida por Uli Edel; con Natja Brunckhorst, Thomas Haustein, Jens Kuphal, Christiane Reichelt, David Bowie y otros.
Música: Jürgen Knieper y David Bowie

Crudísimo relato sobre el efecto de las drogas en la juventud. Christiane es una adolescente de apenas 14 años que poco a poco se va enganchando a la heroína, hasta el extremo de tener que prostituirse para pagarse su dependencia. Basada en hechos reales, su crudeza no evitó que tuviera un considerable éxito de taquilla en Europa.

Kai Hermann y Horst Rieck son dos periodistas alemanes que estaban haciendo una investigación sobre los problemas de la juventud en Alemania. Conocieron a la verdadera Christiane cuando ésta se presentó en un tribunal de Berlín en calidad de testigo, las dos horas de entrevista que tenían previsto con ella se convirtieron en meses y de ahí nació el bestseller: "Yo Christiane F", también conocido como "Los hijos de la droga".

Y de ahí se dio paso a la película con Uli Edel, un director bastante desconocido (y desaprovechado) que luego se encargaría de una película todavía más cruda, si cabe, como es "Última Salida Brooklyn".

Se trata de una historia real, basada en la vida de Christiane Vera F, una drogadicta alemana de tan sólo 14 años, que fue capaz de sobrevivir al infierno. No tuvieron tanta suerte otros de sus compañeros de tragedia. Resulta impactante observar cómo Cristina, la protagonista, pasa de ser una niña angelical a convertirse en una heroinómana callejera, reflejando con horror la degradación humana a la que puede llegar cualquiera sólo por probar “a ver qué se siente” con la heroína.

"Yo, Cristina F" (chanzas políticas nacionales aparte) es una película dura, muy dura que no hace ningún tipo de concesión. A destacar los actores que lo hacen notablemente a pesar de su juventud, una fotografía sucia acorde con los lugares y personajes que se nos presenta y todo acompañado por la música de David Bowie.

Para escuchar parte de la banda de sonido, cliquea aquí:


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