Título original: "Le Doulos" (1962)
Dirigida por Jean-Pierre Melville; con Jean Paul Belmondo, Serge Reggiani, Jean Desailly y otros.
La palabra francesa "doulos" refiere a un tipo de sombrero de ala ancha, el mismo que utilizan comúnmente los gángsters en el film noir. Asimismo, en la jerga policial o del hampa define al informante, al delator, al soplón. Esta ambigüedad presente en el título se vuelca en toda la película.
Nada es lo que parece en Le doulos, quienes pensamos traidores pueden no serlo, toda afirmación de los personajes debe ser puesta en duda, los "bandos" son difusos y presentan todos ellos costados reprobables. La lealtad de alguno puede ser tan inesperada como la traición. Un interrogatorio al borde de la tortura puede ocultar un acto de camaradería y el asesinato a sangre fría ser el único medio para la supervivencia.
Al igual que en su siguiente película "Le Samouraï", Melville explora la aparente contradicción entre el honor y la moral en el mundo de los gangsters. Los criminales son profesionales implacables y fríos, pero siempre dejan entrever en breves gestos corporales, en un milimétrico momento de inacción, en una furtiva mirada a un espejo, el torbellino emocional que atraviesan, la fuerza de la duda que les arremete y les obliga a hacer un doloroso balance de las consecuencias de sus actos. A la vez, adhieren a un código de honor que los sitúa en un asidero moral más firme que el de la policía. Mientras que El Samouraï logra esto en una trama minimalista, con poco diálogo, Le Doulos se parece más al filme tradicional de detectives, pero más inteligente que la norma y menos predecible. El argumento es complejo y recién a los quince minutos del final se descubre quiénes son los villanos y quiénes son los buenos.
En esta historia Maurice (Serge Reggiani) es un experto ladrón que ha pasado seis años en la cárcel por un robo anterior, y acaba de salir a la calle. Como suele suceder en estos casos, lo primero que hará sera reunirse con sus antiguos conocidos para reengancharse a su anterior vida y volver al trabajo. Sin embargo, hay un nuevo tipo dentro de su círculo: Silien. Magistralmente interpretado por Jean Paul Belmondo, Silien es un criminal frio y de imagen amable, que rara vez muestra sus sentimientos, y que tiene fama de ser un confidente de la policía.
Pero Maurice necesita el dinero, asi que no hará caso de habladurías, y se meterá de lleno en el trabajo. Asi arranca esta apasionante historia de policías y ladrones a la antigua usanza, de las que ya no se hacen. Y es que como corresponde al género, se trata de una película que trata con crudo realismo, sin florituras ni concesiones a la galería, el mundo del hampa. Con sus victorias y fracasos, con sus búsquedas de venganza y redención, y con su inevitable fatalidad, siempre presente, y de la que nadie puede escapar.
El aspecto visual es soberbio, usando las luces y las sombras casi como un protagonista más de la película. Y el guión nos mantendra en vilo durante la hora y media escasa de metraje, intentando averiguar los “qués”, pero sobre todo y mucho mas interesante, los “porqués”.
Esta gema fílmica del genial Melville ("el gran poeta del cine criminal" según el Los Angeles Times) es sin ninguna duda otra de sus verdaderas obras maestras.
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